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Nuevos desafíos de la Escuela en contexto de Pandemia

Nuevos desafíos de la escuela en contexto de pandemia
Título:

"Nuevos desafíos de la escuela del siglo XXI en contexto de pandemia"

Materia: Sociología de la Educación

Alumna: Beckerig Karina Giselle

Introducción:

Frente a las turbulencias que atraviesa la educación, ante un paradigma productivo en crisis que no termina de configurarse y que amenaza la cohesión social; el sistema educativo está atravesando un nuevo desafío que es enseñar a través del aislamiento social preventivo obligatorio. Está nueva pelea que tiene el sistema educativo implica no solamente nuevas maneras de enseñar contenidos a los alumnos; sino también, repensar las prácticas educativas, el rol de los diferentes actores y de la escuela. Ante un contexto complejo; cambiante; como inesperado, el Estado enfrenta viejos/nuevos dilemas para la acción: ampliar su rol regulador o retraerse sobre sí mismo y dejar la regulación social en manos del Mercado. Así, la situación pandémica viene a profundizar la puja extendida en todos los órdenes institucionales (económicos; políticos; científicos; educativos; etc.) de una sociedad sacudida y cuestionada por desajustes sociales y anómica para un desarrollo armónico. En este sentido; consideramos fundamental abordar la cuestión educativa frente a un nuevo contexto de crisis de acumulación, tal como señala Grinberg (2013); y por la importancia de la educación que, tal como indicara Harvey (2000); es parte del proceso de disciplinamiento impuesto a la fuerza de trabajo en función de la acumulación capitalista, que entraña una combinación de represión; acostumbramiento; cooptación y cooperación. 
A continuación, se presentan tres notas de opinión bajo diferentes enfoques científicos que intentarán dar cuenta de los avatares que enfrentan nuestras sociedades, con sus sus sistemas educativos, en un entorno de pandemia que se suma a la crisis de paradigma productivo.


Nota 1° 
Como nadie hubiera esperado, nos encontramos comenzando la segunda década del siglo XXI entre el desconcierto de hallarnos en un mundo consternado bajo los efectos apremiantes de un confinamiento social obligatorio, producto de la evolución de un nuevo virus devenido en pandemia y la, no tan nueva, evolución de un sistema de producción capitalista que va configurando un nuevo escenario de industrialización generalizada que se extiende hacia todos los aspectos de la vida social. Ante semejante clima de incertidumbre, intentaremos realizar un análisis sobre los posibles cambios sociales y cómo éstos impactarán sobre la educación. Nadie ignora que los cambios que se han ido produciendo en las últimas décadas, en el mundo del trabajo, ha producido una conmoción en los lazos sociales del Estado que amenaza seriamente con fracturar las sociedades contemporáneas. Esta “nueva vulnerabilidad”, en palabras de Castel (2014); que se configura ante la declinación de lo social, y se despliega entre el hiato de lo político-jurídico y lo económico; está estrechamente ligado al retroceso del rol del Estado en esta “tercera etapa del Capitalismo”, como la denomina Grinberg (2013); y cuyas nuevas lógicas de acumulación ya no se asientan sobre la dinámica del empleo-consumo masivo.  Frente a este panorama sombrío para el mundo del trabajo, cabe preguntarse cuál será el lugar asignado a para los trabajadores y para la educación dentro de este nuevo escenario social; cuya economía de mercado, cambiante e impredecible, se impone con procesos de descentralización, flexibilidad y adaptación laboral; promoviendo nuevas relaciones sociales que se presentan, ante los trabajadores, con rostro de incertidumbre; desafiliación y un  horizonte abierto a supernumerarios. 
Este nuevo paradigma del trabajo, donde conocimiento y técnica se constituyen ejes centrales de la acumulación, establece al trabajador como un “trabajador del saber” Grinberg (2013), diferente del trabajador tradicional. Proceso que, también, impulsa desde diferentes sectores demandas de reformas educativas que favorezcan a los alumnos competir exitosamente para el ingreso y permanencia al mercado laboral. No quedan excluida de estas pujas las diferentes corrientes sociológicas de la educación, donde, a medida que el nuevo paradigma se va imponiendo, también gana terreno en el ámbito educativo la teoría del capital humano (Karabel y Halsey; 1976); que, acorde al funcionalismo tecnológico, enfatizan la función técnica de la educación; como, también, el uso eficiente de los recursos humanos. En este sentido, los estudiantes y futuros trabajadores se convierten en poseedores de capital corporizado en sus conocimientos y habilidades, y de esta forma el estudiante/asalariado es convertido en un capitalista capaz de invertir en sí mismo, frente a las nuevas demandas del mercado. Por otra parte, como sugiere Grinberg (2013); la formación escolar, también, se redefine sobre la configuración de una nueva subjetividad del trabajador como reflexivo; creativo y participativo. De este modo; podemos asegurar, que conjuntamente a la transformación en los procesos de producción capitalista, también, se está llevando adelante y estrechamente relacionado, un pasaje de la pedagogía por objetivos a la pedagogía de la competencia.  
Podría inferirse, que estamos atravesado por un período de crisis, en los cuales el sistema se ha corrido de sus puntos de equilibrio, y se presenta a futuro un incierto en el campo de lo laboral, como en el rol de la educación. Consideramos, además, que el  contexto de pandemia podría agravar la situación; flexibilizando aún más las condiciones laborales y agudizando la precariedad laboral. En lo educativo, el panorama no es más alentador; porque profundiza la brecha educativa entre sectores con capacidad de acceso a las herramientas digitales/virtuales y los que no pueden acceder a ellas. 
Conviene resaltar en este punto que, como afirma Grinberg (2003), esta reestructuración es a nivel global y no se manifiesta igual en todas los círculos sociales:

“...si bien podemos expresar que estos procesos afectan al conjunto de la sociedad, no impactan del mismo modo en todos sus ámbitos, produciendo, por tanto, procesos de fragmentación, escisión  ruptura al interior de la misma” (p. 2).

Para concluir; entendemos fundamental reconfigurar el papel del Estado, como Estado social, mediando entre mercado y trabajo; propiciando la participación de los actores en redes de sociabilidad; recomponiendo lazos sociales; atenuando la inestabilidad social; y recuperando su poder integrador.


Nota 2°
Argentina se encuentra en un nuevo paradigma a nivel educativo. Si bien el gobierno de turno plantea diferentes herramientas para asegurar la continuación pedagógica; mi preocupación, de sociólogo, se halla en cómo aseguramos dichas condiciones a pesar de la desigualdad educativa que podemos observar actualmente.
Como indican los expertos desde varias décadas atrás, en variedad de libros publicados, la educación cumple una doble función;  homogeneizar y, al mismo tiempo, heterogeneizar las sociedades. Por un lado, la homogeneización es una función social que asegura la vinculación de normas y valores de las generaciones precedentes, hacia las generaciones más jóvenes, generando lazos sociales identitarios comunes; y por otro lado, la heterogeneización es un proceso de transmisión cultural que se lleva a cabo desde las generaciones adultas hacia las más jóvenes, y que implica un trasvasamiento de diferentes normas y valores sociales, para que cada individuo cumpla su función dentro de una sociedad orgánica. Por eso la educación se constituirá como el principal medio para, no solamente conseguir dicha solidaridad orgánica; sino también, moderar los conflictos y propiciar el progreso en términos de desarrollo armónico.
Pero, como podemos observar, en Argentina, las desigualdades educativas conllevan a que no todos los individuos tengan garantizado recibir los saberes necesarios para insertarse en la vida laboral. En este sentido, puede inferirse que las desigualdades educativas forman parte de los motivos crecientes de conflicto social y desajustes en términos de desarrollo armónico de la sociedad (Durkheim, 1976).
Como se sabe, el papel del Estado juega un rol fundamental para determinar los pasos hacia la creación de la mencionada conciencia colectiva; y de este modo, propiciar la solidaridad orgánica y la vida moral del país (Durkheim, 1976) . Desde esta perspectiva, la educación debe ser transmisora de saberes y costumbres sin importar el status socioeconómico de los individuos. Así, el Estado, como sociedad organizada, debe hacerse cargo de la educación en la medida que es promotor y garante de una sociedad organizada.
Pero, ante el escenario particular de pandemia, es posible que se hayan agravado las condiciones de desigualdad educativa previas al aislamiento social obligatorio; y, de este modo, que muchxs niñxs de condiciones sociales postergadas no estén siendo alcanzados por las nuevas medidas educativas y, de este modo, se estén generando nuevos factores de disfuncionalidad orgánica/social a futuro.
Por esto mismo, una de las conclusiones a las que llegamos es que, la escuela debe tener más presente y extender su papel integrador a todos los sectores sociales, teniendo en cuenta que los procesos de exclusión educativa y social generan fisuras del tejido social; distienden los lazos sociales y agravan el desarrollo armónico de la sociedad.
Del mismo modo, creemos que las medidas de aislamiento social obligatorio también afectan, a nivel mundial, el proceso educativo de las poblaciones más vulnerables; en las cuales la educación juega un papel decisivo para su posterior ingreso y desempeño en el mercado socioeconómico. Es por este motivo, que consideramos que las instituciones educativas tienen hoy una responsabilidad esencial para la filiación armónica de la población excluida social y culturalmente; y así, cumplir su función integradora y propiciar la formación del “ser” social (Durkheim, 1976) adecuado para una sociedad integrada y libre de conflictos.

Nota 3°
El mundo se encuentra bajo un nuevo escenario de pandemia y ante dicha situación se abre un nuevo desafío: educar en tiempos de aislamiento social preventivo y obligatorio.  
La sociedad vive una desigualdad socioeducativa producto de que la escuela, también, forma parte de la segmentación de los individuos por status social y económico. Es así como los hijos de familias de trabajadores encuentran menos posibilidades de acceder a círculos educativos (Baudelot y Establet, 1990), que sí acceden aquellos de las clases acomodadas; y de este modo, su trayectoria educativa quedará vinculada con su situación de clase y a la vinculación familiar en la división social del trabajo.
Aunque el sistema educativo pretende exhibir un papel igualador; podemos observar que sus estructuras favorecen a una fracción determinada de la población ligada a la clases altas, ya que solo éstas encuentran facilitado su recorrido por todos los círculos y/o instituciones educativas.
Desde dicho punto de vista, se puede atribuir a la escuela un rol central en la lucha de clase; sosteniendo y/o profundizando las desigualdades sociales, y desplazando a los individuos de las clases postergadas, hacia una trayectoria pedagógica que los ubica socialmente alejado de los puestos gerenciales y/o de mando y, por ende, asignándoles en la estructura productiva el lugar destinado para la clase social a la que pertenecen.
Por consiguiente, y a pesar de los resultados obtenidos, en sus estudios de la sociedad Estadounidense, por Bowles y Gintis (1981); en los que afirman que la reducción de la desigualdad en términos de instrucción escolar no está directamente relacionado a la igualación en la distribución de los ingresos; estimamos que el Estado debería, aún más ante la actual situación de aislamiento social obligatorio, asegurar los medios necesarios para que una infinidad de niñxs y jóvenes, de los sectores más postergados, no encuentren obstruido el desarrollo de su proceso educativo; y ésto, no sólo en lo material, sino, también, repensando su rol educativo y eliminando ciertas diferenciaciones institucionales. En este sentido, estimamos deseable que, por un lado, se allane, por parte de Estado, el acceso a las nuevas tecnologías para los sectores menos pudientes, a fin de que puedan continuar su ciclo educativo; y por otro, que se favorezca el acceso/ingreso a los diferentes círculos institucionales propiciando la movilidad social ascendente de los sectores postergados.   

Referencias bibliográficas:

BAUDELOT, C y ESTABLET, R (1990) “La escuela Capitalista”, Siglo XXI, México.
BOWLES, S. y GINTIS, H. (1981) La instrucción escolar en la América capitalista. Siglo XXI, México. (Selección)
CASTEL, R. (2014). “Los riesgos de exclusión social en un contexto de incertidumbre” en Revista Internacional de Sociología, Vol. 72, extra 1, 15-24. Disponible en http://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/viewFile/584/610
DURKHEIM, E (1976) “El Estado y el Papel de las Universidades en la Educación Social del País” en El Estado y otros Ensayos, Eudeba, Buenos Aires.
DURKHEIM, E (1993) La División del Trabajo Social, Planeta Agostini, Argentina.
GRINBERG, S. (2003) El mundo del trabajo en la escuela, Ediciones Baudinho, Buenos Aires.
 HARVEY, D (2000) “La transformación económico política del capitalismo tardío del siglo XX”. Las condiciones de la posmodernidad. Amorrortu, Bs. As.
KARABEL J. y HALSEY A. H. (1976) "La investigación educativa: Una revisión e interpretación". En: Poder e ideología en educación. Nueva York, Oxford University Press.

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