Se imaginó a otra persona como él. Acostado en la cama, pensando en otra persona haciendo lo mismo. Pensó que podría ser una clase de conexión humana no registrada: un momento en que dos personas, en cualquier parte del mundo, hacen lo mismo por mera coincidencia. Fantaseó con una oruga transparente que salía de su cabeza, que tanteaba por el espacio hasta unirse con otra oruga. 

Sintió un jalón desde la coronilla. ¿Un movimiento involuntario? Sintió otro jalón, justo donde se había imaginado la oruga. Trató de levantar su cabeza con la intención de “liberarse”, lo que sintió fue resistencia. La oruga reveló su realidad por sincronía. Se vio acostado en otra casa, con otra ropa, idiomas comenzaron a revolverse en su cabeza. Su cuerpo fue lanzado contra la pared, la oruga se hacía más pequeña y resistente. 

Su cuerpo comenzó a desgarrarse por la fuerza, pero no había dolor. Miedo, sí. La oruga lo absorbió por completo, luego a sí misma. Su ser fue empujado por las entrañas, como si fuera una clase de desperdicio. Logró ver la sección opuesta de la oruga, y justo como él, otro ser tragado a la fuerza por una casualidad. Ambos en direcciones opuestas, ahora destinados a chocar a la mitad del camino.
La oruga (2022). Collage digital.
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