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La Isla del Fuego

Lanzarote
 La Isla de Fuego (y de César Manrique)
Árida, desértica y volcánica.

Así es Lanzarote, una de las 7 islas que conforman el archipiélago de las Canarias. Reserva de la biosfera, Lanzarote se denomina la Isla de Fuego por estar plagada de norte a sur y de este a oeste por inactivos volcanes cuyas últimas erupciones datan de 1824. Podría también añadirle el pseudónimo de la Isla del Viento, pero eso queda reservado para otro pedazo de tierra que naufraga en algún mar que aún no he tenido el gusto de conocer.

Y tras pronunciar el nombre de la isla, el del visionario César Manrique va detrás. Aferrado a su afán de conservar al máximo la naturaleza de la isla y siendo ferviente creyente de la nula necesidad de construir moles de hormigón armado que sólo dañan el paisaje, Manrique resaltó, aún más si cabe, un auténtico paraíso.

Lanzarote danza entre volcanes, piscinas naturales de agua salada, cuevas que se sumergen allí donde el océano se junta con el fuego, juguetes de viento, chalanitas y diminutas nubes que fragmentan el cielo azul como si de un dibujo se tratase.

Lanzarote vela por la feminidad, una feminidad que comunica con los nombres de pequeños pueblos y que está íntimamente relacionada con las palmeras que saltean la Isla recordándole a sus visitantes que fueron plantadas ahí para indicar que una mujer acababa de nacer justo ahí, como costumbre de la cultura guanche.


Las Piscinas de Orzola, la Charca de los Clicos, los Hervideros, el Mirador del Río, los Riscos, el Golfo, la Santa, Famara, el Parque Natural del Timanfaya y su Valle del Silencio, Punta Mujeres y Mala, Punta Blanca y Papagayos con la Isla de Lobos y Fuerteventura al fondo, las Salinas, la Geria, Yaiza, Teguise y su barco encallado, los Jameos del Agua, el Monumento al Campesino, el Jardín de los Cactus, la Cueva de los Verdes y muchos otros lugares recónditos que se pierden entre arenas rojas, negras y blancas de esta isla que huele a picón, mar y viñedos. Una isla que vive con el viento y el volcán. Una isla que aboga por la sostenibilidad. Por el cuidado de sus tierra. Por el cuidado de la Tierra, ese lugar que alguien nos dejó prestado para vivir y al que sólo prestamos atención cuando grita desesperadamente de dolor.


La Isla del Fuego
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